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Las sinapsis canasteras

Hace muchos años en el vientre de la Juana, sucedió uno de los eventos del neurodesarrollo más importantes y transcendental en el mundo del cante del flamenco. En algún momento cercano al día 33 de gestación, las células madre neurales progenitoras realizaron una división asimétrica, dando comienzo al proceso de neurogénesis. Fue desigual o asimétrica porque una célula hija permaneció como futura progenitora mientras que la otra quedó destinada a convertirse en célula con forma de neurona, de estrella o de pulpo. Fue así, y junto con otros mecanismos más complejos y repetitivos, que se pobló de diferentes variedades de neuronas y de otras células neurales, el cerebro de este embrión gitano, que luego apodarían Camarón.
Tres años antes de este acontecimiento, sucedió lo mismo en Lucía. Otra vez Cádiz. Otra vez el flamenco. Otra vez fue trascendental las neurogénesis de los lóbulos temporales. Esta vez en el cerebro de Paco. En esas áreas que integran las emociones y la memoria para los acordes de su guitarra y las letras de su hermano y el oído para el cante de Camarón.
Las neuronas de Camarón proliferaron y aprendieron a cantar en las callejuelas de La Isla. Pero comenzaron a identificarse como neuronas “cantaoras” cuando fueron a la escuela invisible del arte jondo, la Venta de Vargas. Luego, migraron a la Feria de Sevilla y, tiempo más tarde, recorrerían España de punta a punta cantando por soleá o por seguidillas. En 1968, las neuronas “cantaoras” llegaron a la capital madrileña. Comenzaron a diferenciarse y madurar, intentando instalar un nuevo flamenco y una fusión de estilos y géneros, una leyenda del tiempo. Fue tanto el tiempo lejos de casa, que las neuronas tuvieron que activar distintos programas para el mantenimiento de su identidad. Uno de estos, ocurrió en el Tablao Torres Bermejas con el encuentro fortuito que cambió para siempre el rumbo del flamenco: las neuronas de Camarón conocieron a las neuronas de Paco. Un encuentro sideral.
Estas neuronas hicieron sinapsis por primera vez en Jerez, viajando el impulso nervioso del flamenco. Fue una región de comunicación entre la prolongación de la voz de una neurona y el cuerpo de la guitarra de la otra y se liberaron neurotransmisores al espacio situado entre ambas, en este caso acordes, notas, tiempos, falsetas y, principalmente, magia. Años posteriores se sumó otra célula guitarrera circundando esta unión sináptica. Una célula de la glía, la que se diferenció en una no neurona, sino en un astrocito, es decir, con forma de estrella. La que tiene funciones importantes en el control de la formación y función sináptica y la neurogénesis, aquí también, de herencia flamenca. En esta sinapsis, el astrocito tiene forma de Tomatito. Tiene la mitad de cada neurona. La mitad gitana de Camarón y la mitad guitarrera de Paco.
Las neuronas de Camarón y Paco de Lucía, y sus circuitos nerviosos en su extensión, vivieron una época muy creativa y emotiva de comunicación, de a momentos interrumpida, donde pretendieron volver a los orígenes del flamenco creando un palo, canastera. Época en la que también aumentó la plasticidad de sendos lóbulos temporales, con tantos estímulos en el medio, resultaba imposible para las neuronas no adaptarse o modificarse para recuperarse, reestructurarse y adaptarse a las nuevas situaciones, como el agua….
Esta es la historia de las sinapsis canasteras y para ellas se quedó.
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