BUCLE
Al entrar al laboratorio la penumbra bañaba la sala, a tientas intenté llegar al cuadro de luces y en el camino observé una pizarra garabateada, ecuaciones de física cuántica y relativistas, cuaterniones, campos e iteraciones que hasta donde yo llegaba a entender nadie había unificado, dos pilares que sostenían nuestra ciencia, columnas fuertes y necesarias pero paralelas sin un punto en común, una tarea ardua, fuese cuál fuese. Sara había cambiado desde el cáncer de Marc, estaba enfrascada en sus investigaciones, en ocasiones desaparecía sin previo aviso pero nunca había faltado a una sola de sus clases en el instituto tecnológico, sólo con la docencia se atisbaba un pequeño brillo en sus ojos, y yo, como amigo y como rector debía averiguar lo sucedido.
Al subir el diferencial del cuadro, un zumbido llenó la sala, todas las máquinas calentaban motores entre un mar de leds que avisaban que la luz había vuelto siguiendo las órdenes de Maxwell o Kirchoff, pero aun así, esta luz no arrojaba ni un sólo fotón de claridad sobre la desaparición de Sara. Di un vistazo general, todo parecía en orden, o al menos en apariencia; me dirigí a su zona de trabajo y al rebuscar en su escritorio, con la esperanza de encontrar un hilo del que tirar, encontré un pedazo de papel manuscrito, indudablemente era su letra y aunque no estaba completo se podía leer en él ,con la claridad propia con la que un físico buscando la ecuación más elegante, la siguiente frase:
"...no obstante intentaré nuevamente traerlo entre nosotros. Tengo esta sensación siempre. Ahora lo veo, antes raramente los observaba"
No cabía duda, sus palabras eran una declaración de intenciones, buscaba lo imposible, traerlo entre nosotros, Marc sucumbió a su agonía y ella se aferró a la única cosa que le daba esperanza, la física. Hacían una pareja indestructible, se proferían el amor de dos jóvenes y el respeto y admiración de dos reputados científicos, tal vez porque ambos eran ambas cosas. Recuerdo nuestras charlas sobre viajes en el tiempo y lo desgarrador del principio Nóvikov, según este, aunque lo consiguiese no podría cambiar nada debido al concepto de autocomplitud, se negaba a creer que todo estaba escrito, mascullaba enfurruñada que vivir en un bucle no era vivir. Me presté a seguirle el juego, creía que era una fase del duelo y que pronto terminaría, pero ella fue más allá centrando su vida en aquella posibilidad, empezó a teorizar con una interfaz de usuario multimodal, una teoría entre la física y la filosofía que decía que nuestra realidad no es más que un interfaz entre nuestra consciencia y un universo objetivo, análogamente sería como fijarse en el escritorio de nuestro ordenador, nos muestra un conjunto de unos y ceros, de corrientes eléctricas, de una manera que nuestro cerebro pueda interpretarlos, de esta forma, el universo es como es porque lo vemos y no al revés. Somos los creadores de lo que nos rodea de la manera en la que nuestra consciencia lo esculpe a golpe de cuántica y nos los devuelve como el escritorio nos da los iconos. Ella postuló que modificando la interfaz podría, de manera hipotética, cambiar el modo de ver la realidad y llegar hasta él, el tiempo no es más que una interpretación de nuestra consciencia, o eso decía ella.
Trabajé duro dónde Sara lo dejó, su pizarra seguía intacta en mi laboratorio y cada vez que la miraba las ecuaciones me susurraban que no era posible, nuestra consciencia era la clave, era una variable de las ecuaciones, pero según dicha teoría, la consciencia marcaba la realidad, es decir, estaba intentando acotar los parámetros de la consciencia utilizando la propia consciencia, era una función recursiva , se llamaba a ella misma, y Gödel nos enseñó que en estos casos no podríamos conocer la respuesta. Maldita incomplitud matemática, estábamos en un bucle, esos que tanto odiaba Sara, nos faltaba una condición inicial, un punto de apoyo para resolverlo aquel problema.
Después de todo querido lector, yo nunca he tenido el intelecto de Sara, fue mezquino por mi parte pensar que había podido ser derrotada por el vacío de la pérdida, ella ya había solucionado el problema de la condición inicial hacía tiempo. Indudablemente era un genia, vio lo que nadie llegaba siquiera a imaginar, la condición inicial tenía que ver con la propia consciencia, y más concretamente con el subconsciente.
Cuando emprendió el viaje ya era tarde, de nuevo la vida la castigó cegándola ante lo evidente, ella ya estaba en el bucle, y aunque intentó detenerse a sí misma con un mensaje (si no me creen, formen una frase con las primeras letras de cada palabra de aquella nota manuscrita que encontré en el laboratorio) su interfaz hizo que no fue consciente de ello. Y ustedes ¿Son conscientes?
Al subir el diferencial del cuadro, un zumbido llenó la sala, todas las máquinas calentaban motores entre un mar de leds que avisaban que la luz había vuelto siguiendo las órdenes de Maxwell o Kirchoff, pero aun así, esta luz no arrojaba ni un sólo fotón de claridad sobre la desaparición de Sara. Di un vistazo general, todo parecía en orden, o al menos en apariencia; me dirigí a su zona de trabajo y al rebuscar en su escritorio, con la esperanza de encontrar un hilo del que tirar, encontré un pedazo de papel manuscrito, indudablemente era su letra y aunque no estaba completo se podía leer en él ,con la claridad propia con la que un físico buscando la ecuación más elegante, la siguiente frase:
"...no obstante intentaré nuevamente traerlo entre nosotros. Tengo esta sensación siempre. Ahora lo veo, antes raramente los observaba"
No cabía duda, sus palabras eran una declaración de intenciones, buscaba lo imposible, traerlo entre nosotros, Marc sucumbió a su agonía y ella se aferró a la única cosa que le daba esperanza, la física. Hacían una pareja indestructible, se proferían el amor de dos jóvenes y el respeto y admiración de dos reputados científicos, tal vez porque ambos eran ambas cosas. Recuerdo nuestras charlas sobre viajes en el tiempo y lo desgarrador del principio Nóvikov, según este, aunque lo consiguiese no podría cambiar nada debido al concepto de autocomplitud, se negaba a creer que todo estaba escrito, mascullaba enfurruñada que vivir en un bucle no era vivir. Me presté a seguirle el juego, creía que era una fase del duelo y que pronto terminaría, pero ella fue más allá centrando su vida en aquella posibilidad, empezó a teorizar con una interfaz de usuario multimodal, una teoría entre la física y la filosofía que decía que nuestra realidad no es más que un interfaz entre nuestra consciencia y un universo objetivo, análogamente sería como fijarse en el escritorio de nuestro ordenador, nos muestra un conjunto de unos y ceros, de corrientes eléctricas, de una manera que nuestro cerebro pueda interpretarlos, de esta forma, el universo es como es porque lo vemos y no al revés. Somos los creadores de lo que nos rodea de la manera en la que nuestra consciencia lo esculpe a golpe de cuántica y nos los devuelve como el escritorio nos da los iconos. Ella postuló que modificando la interfaz podría, de manera hipotética, cambiar el modo de ver la realidad y llegar hasta él, el tiempo no es más que una interpretación de nuestra consciencia, o eso decía ella.
Trabajé duro dónde Sara lo dejó, su pizarra seguía intacta en mi laboratorio y cada vez que la miraba las ecuaciones me susurraban que no era posible, nuestra consciencia era la clave, era una variable de las ecuaciones, pero según dicha teoría, la consciencia marcaba la realidad, es decir, estaba intentando acotar los parámetros de la consciencia utilizando la propia consciencia, era una función recursiva , se llamaba a ella misma, y Gödel nos enseñó que en estos casos no podríamos conocer la respuesta. Maldita incomplitud matemática, estábamos en un bucle, esos que tanto odiaba Sara, nos faltaba una condición inicial, un punto de apoyo para resolverlo aquel problema.
Después de todo querido lector, yo nunca he tenido el intelecto de Sara, fue mezquino por mi parte pensar que había podido ser derrotada por el vacío de la pérdida, ella ya había solucionado el problema de la condición inicial hacía tiempo. Indudablemente era un genia, vio lo que nadie llegaba siquiera a imaginar, la condición inicial tenía que ver con la propia consciencia, y más concretamente con el subconsciente.
Cuando emprendió el viaje ya era tarde, de nuevo la vida la castigó cegándola ante lo evidente, ella ya estaba en el bucle, y aunque intentó detenerse a sí misma con un mensaje (si no me creen, formen una frase con las primeras letras de cada palabra de aquella nota manuscrita que encontré en el laboratorio) su interfaz hizo que no fue consciente de ello. Y ustedes ¿Son conscientes?
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