En busca del arco perdido
¿Ah, que arqueología no viene de arco? ¿Qué viene del griego, de archios, que quiere decir antiguo, y de logos, que quiere decir ciencia? Así podría empezar un monólogo sobre la arqueología, pero no, todo esto es producto de una extravagante asociación de ideas.
Todo se ha desencadenado con la creación del título para el relato: ¿de qué quiero que vaya? Lo primero que me ha venido a la mente con la palabra arqueología ha sido una excavación con mucho misterio, e inmediatamente ha asomado en el horizonte la figura de Indiana Jones subido a un caballo dispuesto a desvelarlo (y escapando de un grupo numeroso de nazis motorizados). En concreto, he pensado en Indiana Jones en busca del arca perdida, primera película de la extraordinaria saga protagonizada por el inimitable Harrison Ford.
Que en un principio iban a ser las aventuras de Indiana Smith, el nombre del protagonista de las historias creadas originalmente por George Lucas, pero eso ya es tema de debate para otra ocasión.
“En busca del arca perdida”, ¿cómo voy a poner un título tan poco original, y quizás incluso con derechos de autor? “En busca del orco perdido” entonces. Bueno, igual tendría potencial como historia de ficción, encajando el relato en la Tierra Media de la saga del Señor de los Anillos. En fin, vamos a explorar otras opciones.
“En busca del arco perdido”, ¿qué te parece? ¡¡Claro!! ¡¡Cómo no se me ha ocurrido antes!! Además, arqueología debe de venir de arco, voy a asegurarme indagando un poco en internet…
Y navegando por la red es cuando se produce el fatal desengaño, arco viene del latín arcus, derivado del indoeuropeo arkw. Podría de hecho haberle preguntado al ChatGPT, pero oye, he preferido seguir los consejos sugeridos justo esta semana por parte de sus creadores y evitar usarlo para que no se haga todavía más poderoso. Quien sabe si más pronto que tarde no acabará convertido en el próximo malvado a quien se tenga que enfrentar nuestro héroe de látigo y sombrero…
Volviendo a la relación entre arco y arqueología, si bien no comparten la misma raíz semántica, personalmente me asombra la estrecha relación que ambos mantienen. No sólo por la herramienta asociada a la flecha con la que cazar a distancia animales o defenderse de enemigos, sino también por el elemento constructivo de tanta importancia en la historia de la humanidad.
Como, por ejemplo, los arcos del triunfo romanos, los arcos de entrada en las puertas de las catedrales, los presentes en las ventanas de tantos edificios majestuosos, los de maravillosos patios interiores, los de los puentes a través de los que transcurre la corriente de un río, grandes ejemplos de la superación humana por construir cada vez estructuras más altas, más grandes y más hermosas.
Hermosa cómo es la arqueología, la ciencia de descubrir lo antiguo a través de los restos del pasado, tanto en lo que se refiere a las artes, a los objetos y a los monumentos de la antigüedad, entre los que afortunadamente tantas veces se encuentran, por casualidad o no, tantos magníficos arcos (en su día perdidos).
Todo se ha desencadenado con la creación del título para el relato: ¿de qué quiero que vaya? Lo primero que me ha venido a la mente con la palabra arqueología ha sido una excavación con mucho misterio, e inmediatamente ha asomado en el horizonte la figura de Indiana Jones subido a un caballo dispuesto a desvelarlo (y escapando de un grupo numeroso de nazis motorizados). En concreto, he pensado en Indiana Jones en busca del arca perdida, primera película de la extraordinaria saga protagonizada por el inimitable Harrison Ford.
Que en un principio iban a ser las aventuras de Indiana Smith, el nombre del protagonista de las historias creadas originalmente por George Lucas, pero eso ya es tema de debate para otra ocasión.
“En busca del arca perdida”, ¿cómo voy a poner un título tan poco original, y quizás incluso con derechos de autor? “En busca del orco perdido” entonces. Bueno, igual tendría potencial como historia de ficción, encajando el relato en la Tierra Media de la saga del Señor de los Anillos. En fin, vamos a explorar otras opciones.
“En busca del arco perdido”, ¿qué te parece? ¡¡Claro!! ¡¡Cómo no se me ha ocurrido antes!! Además, arqueología debe de venir de arco, voy a asegurarme indagando un poco en internet…
Y navegando por la red es cuando se produce el fatal desengaño, arco viene del latín arcus, derivado del indoeuropeo arkw. Podría de hecho haberle preguntado al ChatGPT, pero oye, he preferido seguir los consejos sugeridos justo esta semana por parte de sus creadores y evitar usarlo para que no se haga todavía más poderoso. Quien sabe si más pronto que tarde no acabará convertido en el próximo malvado a quien se tenga que enfrentar nuestro héroe de látigo y sombrero…
Volviendo a la relación entre arco y arqueología, si bien no comparten la misma raíz semántica, personalmente me asombra la estrecha relación que ambos mantienen. No sólo por la herramienta asociada a la flecha con la que cazar a distancia animales o defenderse de enemigos, sino también por el elemento constructivo de tanta importancia en la historia de la humanidad.
Como, por ejemplo, los arcos del triunfo romanos, los arcos de entrada en las puertas de las catedrales, los presentes en las ventanas de tantos edificios majestuosos, los de maravillosos patios interiores, los de los puentes a través de los que transcurre la corriente de un río, grandes ejemplos de la superación humana por construir cada vez estructuras más altas, más grandes y más hermosas.
Hermosa cómo es la arqueología, la ciencia de descubrir lo antiguo a través de los restos del pasado, tanto en lo que se refiere a las artes, a los objetos y a los monumentos de la antigüedad, entre los que afortunadamente tantas veces se encuentran, por casualidad o no, tantos magníficos arcos (en su día perdidos).
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