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El sitio sin descanso

Ahí vienen de nuevo, estos intrusos, cargando sus herramientas como hojas en los dorsos de una colonia de hormigas, tratando de llevarse un pedazo de mí. Día tras día, estos bárbaros invaden mi santuario, excavando, removiendo la tierra y restregando mis restos. Porqué aquí yazgo, mecido en el abrazo de la tierra, mi existencia reducida a soledad y polvo, de repente expuesta para que estos saqueadores husmeen y escarben. Como reyes llegan, ansiosos por agrandar sus tronos.

Cuánto anhelo más que nunca los tiempos pasados, querida Livia, mi dulce leona, los tiempos en que los elefantes pisoteaban los campos de mis sueños, el tiempo en que cosechar trigo en Tarraco era la única preocupación que cumplir.

Han venido a hacer añicos la serenidad que he aprendido a preciar. Por qué, mater, deben perturbar mi sueño eterno, cuando descanso aquí junto a mis hermanos caídos. Por qué, mater, hay que pasar página. ¡Oh, compañeros legionarios, levántense de la tierra! ¡Rujamos en nombre del Sacramentum Militare! En nombre de Augusto, declaremos que aquí es donde quisimos permanecer.

Cuando el sol empieza a elevarse y los pájaros encuentran refugio entre los árboles, el ruido es cada vez más fuerte, susurros llenos de misterio y entusiasmo que se vuelven aburridos de sostener. Oh querida Livia, si tan solo pudiera ensordecer su curiosidad y emprender mi viaje a los campos. Sin embargo, día tras día, soy sacudido y revuelto como agua y especia. El campo de honor, marcado por cicatrices grabadas en la tierra, testimonio de vidas gastadas, ahora pisoteado por carroñeros del pasado.

De esa batalla que una vez reclamamos, qué queda hoy si no ser guardián de la llama para los que lucharon y perecieron sin nombre. Custodiar la memoria hasta que también me marchite. Qué queda de mi veni, vidi, vici cuando me llevan lejos, sellándome en una caja de cartón como si quisiese huir. La fortuna favorece a los audaces, salvo que uno sea lo suficientemente audaz para permanecer inmóvil siglo tras siglo, hasta ser raspado como comida en una bandeja, para formar parte de una narrativa que no es suya ni mía que contar.
No solo resguardo los remanentes físicos, pues nuestra carne y músculos hace tiempo que se han consumido, sino lo intangible, el espíritu de la unidad que forjamos al adentrarnos en esta vida de conflicto. Con todo, han venido para atesorarme. Supongo que tienen tiempo, en su mundo perfecto, para dedicar sus vidas a la mía. Así que deja que llueva para retrasar su llegada, que desplieguen sus frazadas y busquen refugio en su campamento hasta que el miedo se abata en sus corazones.

Al principio, pensé que habían venido a erigir un memorial a nuestro alrededor. Qué glorioso venir de tan lejos para respetar a los muertos. Quizá entre ellos se encontrase algún familiar lejano, oh, Livia, cuánto anhelo volver a verte. Pero a medida que se acercaban, mi curiosidad distante dio paso a la aprensión. Su fervor era palpable y, en cierto modo, podría decirse que su dedicación por desentrañar el misterio de la batalla era admirable. Sin embargo, a medida que avanzaban su trabajo, se hizo evidente que no se acercaban con reverencia. Con horror observé cómo quitaban meticulosamente las capas de tierra que me habían protegido durante siglos. Aunque casi cosquillosa en un primer momento, la exposición repentina fue abrumadora. A medida que continuaban su trabajo, mi malestar crecía. Hablaban de trasladarme, de llevarme lejos del santuario que había escogido para mi eterno descanso. Yo, reliquia de una era pasada, arrancado de mi cuna después de XV siglos. Este era mi hogar, y ahora querían arrebatármelo.

¿Por qué lijan mis dientes, rompen mis huesos o destrozan mis pertenencias? ¿Qué clase de sopa están preparando estos bárbaros conmigo? Tal vez sirva a un propósito mayor, pero al no haberme sido revelado, me pregunto para quién, querida Livia. Han pasado varios días y aquí estoy, atrapado en una pared, sellado en una jaula de cristal, adornado y eternamente amargado, obligado a presenciar a un desconocido sonriéndole a mi taparrabos.
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