La gran aventura de Lactobacillus y sus amigos
Eran las dos del mediodía cuando «Lactobacillus bulgaricus», «Streptoccocus termophilus» y sus millones de compañeros microscópicos disfrutaban de un baño fresquito a unos cuatro grados, la temperatura de nuestros frigoríficos. Además, estaban rodeados de trozos de fruta: fresa, plátano, piña, melocotón… que utilizaban como juguetes. A su alrededor también estaban las vitaminas, los minerales y las proteínas de la leche, aunque eran mucho más tranquilos y simplemente observaban la gran fiesta que tenían los millones de microorganismos. De repente, todo empezó a tambalearse y se notaba un ambiente más cálido. Daniela había decidido tomar como postre su yogur favorito de sabor macedonia. Los líderes del grupo Lactobacillus y Streptococcus, Lacto y Strepto para los amigos, gritaron: - ¡Tenemos que prepararnos para sobrevivir durante el gran túnel negro! ¡Debemos ayudarnos para llegar sanos y salvos a nuestro objetivo final: la gran pared de la mucosa! Ellos, los microorganismos, llamaban túnel negro al paso desde la boca hasta el colon, atravesando el esófago, el estómago y el intestino delgado.
Lacto era tan simpático que se hacía amigo de todo el mundo, por ello amaba viajar a ese lugar para hablar y comunicarse con bacterias de diversos géneros y otros microorganismos de la flora intestinal. Lacto era muy conocido por su forma alargada y Strepto por ser redondito.
En el momento en que Daniela se metió la primera cucharada de yogur en la boca, Lacto, Strepto y sus millones de compañeros comenzaron a notar un líquido, un tanto pegajoso, que los humedecía y unos grandes bultos blancos los intentaban aplastar. Sin embargo, todo esto ocurría de forma veloz, en menos de diez segundos. Lo que estaba sucediendo era la fase oral de masticación, que lograron superar sin ningún tipo de complicación, pero lo peor estaba por llegar.
Tras pasar por el esófago, un gran ambiente ácido los bañó. Se trataba del jugo gástrico del estómago, que es tan fuerte que solo los microorganismos más resistentes podrían aguantar unas dos horas en él. Tras esta etapa gástrica, Lacto, Strepto y gran parte de la tropa microscópica gritaban de alegría por sobrevivir y superar uno de los retos más complicados de la digestión, pues era un largo recorrido de más de cuatro horas de duración. Todos ellos habían puestos en marcha las estrategias que habían ido aprendiendo a lo largo de los años para hacer frente a esas condiciones tan desfavorables, como el pH ácido.
Felices por el triunfo, los microorganismos ya lo celebraban en el intestino. Pero todavía era demasiado pronto para cantar victoria, ya que tenían por delante otras dos horas antes de alcanzar la meta final y adherirse a la pared de la mucosa. En el intestino delgado el ambiente era casi perfecto. Estaban rodeados de unas condiciones suaves de pH neutro como el agua, y las enzimas intestinales solían ser muy acogedoras. Sin embargo, un gran enemigo acechaba la zona: las sales biliares. Estas sales podían ser capaces de atacarlos y alterar su supervivencia, dañando las células. En ocasiones, los microorganismos que son más débiles se les prepara previamente con una capa protectora, microencapsulación, para que puedan ser héroes y resistan la etapa de digestión intestinal. En este momento, Lacto, Strepto y sus amigos sacaron todas las fuerzas posibles para aguantar la última fase.
Cuando llegaron a la gran pared, en el colon, se dieron cuenta que no había suficiente espacio para todos, por lo que lucharon con las bacterias malvadas que se encontraban allí robándoles su posición. Finalmente, consiguieron adherirse a la famosa mucosa colónica, eliminando a todos los que no debían estar allí. Lacto y Strepto eran tan buenos que los llamaban probióticos, pues habían cumplido la función de reducir a todos los microorganismos malos y mejorar la salud intestinal.
A las siete de la tarde, Daniela se encontraba muy feliz y contenta en el parque, tirándose por el tobogán mientras cantaba una de sus canciones preferidas. Sin embargo, ella no era consciente de que parte de su bienestar era gracias al yogur que se había tomado de postre y que contenía a Lacto, Strepto y sus millones y millones de compañeros.
Lacto era tan simpático que se hacía amigo de todo el mundo, por ello amaba viajar a ese lugar para hablar y comunicarse con bacterias de diversos géneros y otros microorganismos de la flora intestinal. Lacto era muy conocido por su forma alargada y Strepto por ser redondito.
En el momento en que Daniela se metió la primera cucharada de yogur en la boca, Lacto, Strepto y sus millones de compañeros comenzaron a notar un líquido, un tanto pegajoso, que los humedecía y unos grandes bultos blancos los intentaban aplastar. Sin embargo, todo esto ocurría de forma veloz, en menos de diez segundos. Lo que estaba sucediendo era la fase oral de masticación, que lograron superar sin ningún tipo de complicación, pero lo peor estaba por llegar.
Tras pasar por el esófago, un gran ambiente ácido los bañó. Se trataba del jugo gástrico del estómago, que es tan fuerte que solo los microorganismos más resistentes podrían aguantar unas dos horas en él. Tras esta etapa gástrica, Lacto, Strepto y gran parte de la tropa microscópica gritaban de alegría por sobrevivir y superar uno de los retos más complicados de la digestión, pues era un largo recorrido de más de cuatro horas de duración. Todos ellos habían puestos en marcha las estrategias que habían ido aprendiendo a lo largo de los años para hacer frente a esas condiciones tan desfavorables, como el pH ácido.
Felices por el triunfo, los microorganismos ya lo celebraban en el intestino. Pero todavía era demasiado pronto para cantar victoria, ya que tenían por delante otras dos horas antes de alcanzar la meta final y adherirse a la pared de la mucosa. En el intestino delgado el ambiente era casi perfecto. Estaban rodeados de unas condiciones suaves de pH neutro como el agua, y las enzimas intestinales solían ser muy acogedoras. Sin embargo, un gran enemigo acechaba la zona: las sales biliares. Estas sales podían ser capaces de atacarlos y alterar su supervivencia, dañando las células. En ocasiones, los microorganismos que son más débiles se les prepara previamente con una capa protectora, microencapsulación, para que puedan ser héroes y resistan la etapa de digestión intestinal. En este momento, Lacto, Strepto y sus amigos sacaron todas las fuerzas posibles para aguantar la última fase.
Cuando llegaron a la gran pared, en el colon, se dieron cuenta que no había suficiente espacio para todos, por lo que lucharon con las bacterias malvadas que se encontraban allí robándoles su posición. Finalmente, consiguieron adherirse a la famosa mucosa colónica, eliminando a todos los que no debían estar allí. Lacto y Strepto eran tan buenos que los llamaban probióticos, pues habían cumplido la función de reducir a todos los microorganismos malos y mejorar la salud intestinal.
A las siete de la tarde, Daniela se encontraba muy feliz y contenta en el parque, tirándose por el tobogán mientras cantaba una de sus canciones preferidas. Sin embargo, ella no era consciente de que parte de su bienestar era gracias al yogur que se había tomado de postre y que contenía a Lacto, Strepto y sus millones y millones de compañeros.
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