Una realidad deseada
Después de horas empujando, mi cuerpo se destensa de golpe, haciendo que mi mente se sumerja por unos segundos en pensamientos que van y vienen. El lloro de fondo de mi hija recién nacida, me saca de golpe de ellos.
Mis ojos en ese momento, se fijan en ella. Mueve enérgicamente brazos y piernas inhalando la primera bocanada de aire de toda su vida. El tiempo parece enlentecer durante los escasos segundos que tarda la comadrona en colocarla encima de mi pecho.
Contacto piel con piel. Se me eriza el vello de todo el cuerpo al sentirla por primera vez fuera de la que fue su casa los últimos nueve meses. La observo con detenimiento mientras no puedo evitar sonreír ante el más grande amor que haya sentido en toda mi vida. Lágrimas se deslizan por mi rostro mientras ella deja de llorar y abre los ojos por primera vez para mirarme.
Instintivamente, pongo mis ojos en los de mi mujer. Ella también está sonriendo y llorando mientras me coge de la mano con fuerza y se acerca para darme un beso en la sien. Ambas sabemos lo díficil que ha sido el camino para llegar hasta este momento.
Una década antes, estudiando biología en Barcelona. Años después, en un máster orientado a la investigación, sin saber muy bien si conseguiría entrar en una y así impulsar la mía; conseguir un hijo de dos madres genéticas. Son muchas las situaciones a las cuáles te enfrentas si quieres dedicarte al mundo de la investigación: las opiniones pesimistas de que la investigación es un camino que no vale la pena arriesgar a escoger en España; parte de las personas cercanas al círculo académico que carecen de los suficientes conocimientos para orientarte hacia el mundo de la investigación; la poca comunicación sobre la opción de investigar además de la docencia después de terminar muchas de las carreras de ciencias biológicas por no ser una salida con grandes expectativas.
Pero aún así, todos y todas las personas que se dedican a investigar luchan por seguir en un camino tan difícil como es este. En mi caso, como en el de tantos otros, no fue fácil. Pero sabía lo que quería y no se me pasaba por la mente la idea de renunciar a algo que me apasionaba, como era hacer descubrimientos que cambiasen la vida de miles de seres humanos.
Formé parte de una investigación en Barcelona, fue mi primera toma de contacto con el mundo de los descubrimientos científicos. Durante un par de años, estuve presente ante la cara oculta de todas las investigaciones: la reformulación continua de la hipótesis principal en la cuál se basaba la investigación. Algo que todo investigador debe saber, es que durante su investigación formulará una y otra vez su primera teoría, porque siempre hay cosas que se escapan de lo que originalmente se creía. Formar parte de mi primer proyecto dentro del mundo biomédico, fue una experiencia muy enriquecedora para mí y me impulsó a desarrollar mi propia investigación.
Desde que era muy joven y entré de cabeza en la adolescencia, me di cuenta de que me atraían las mujeres. Fue entonces, cuando con toda naturalidad, lo admití. Soy lesbiana. Ya de pequeña siempre me había fascinado la biología, todo lo que tuviese que ver con el funcionamiento del cuerpo humano y sus rarezas y curiosidades. Pero en el momento que descubrí quién era, decidí poner rumbo a investigar por un objetivo que no sólo abarcaba el terreno profesional, sino el personal.
Ser madre ha sido algo ya predispuesto en mi cabeza desde el momento en que tuve conciencia de ello y la investigación era el único camino que me brindaba la posibilidad de conseguir algo imposible como era un hijo de dos madres genéticas.
Pasó más de un año y medio hasta que conseguí que me subvencionasen, desde la UE, la investigación que durante tantos años había deseado tanto poder llevar a cabo. El día que empecé con todo el equipo que formaba parte del proyecto, me di cuenta de que lo que veía tan lejano y deseado, por fin iba a poder tener la oportunidad de ser investigado y en el mejor de los casos, un logro que lo revolucionaría todo.
Me pasé meses y meses estudiando a fondo la genética humana de los óvulos y los espermatozoides, haciendo pruebas con CRISPR y ADN recombinante, programando células madre y teniendo paciencia con cada fracaso que se me presentaba por delante. Hubo días que quise darme por vencida pero no lo hice y finalmente, llegué al momento en el que me encuentro ahora; con una de las primeras niñas nacida de dos madres biológicas en mi pecho y con el corazón encogido por el camino que he tenido que recorrer hasta el día de hoy.
Mis ojos en ese momento, se fijan en ella. Mueve enérgicamente brazos y piernas inhalando la primera bocanada de aire de toda su vida. El tiempo parece enlentecer durante los escasos segundos que tarda la comadrona en colocarla encima de mi pecho.
Contacto piel con piel. Se me eriza el vello de todo el cuerpo al sentirla por primera vez fuera de la que fue su casa los últimos nueve meses. La observo con detenimiento mientras no puedo evitar sonreír ante el más grande amor que haya sentido en toda mi vida. Lágrimas se deslizan por mi rostro mientras ella deja de llorar y abre los ojos por primera vez para mirarme.
Instintivamente, pongo mis ojos en los de mi mujer. Ella también está sonriendo y llorando mientras me coge de la mano con fuerza y se acerca para darme un beso en la sien. Ambas sabemos lo díficil que ha sido el camino para llegar hasta este momento.
Una década antes, estudiando biología en Barcelona. Años después, en un máster orientado a la investigación, sin saber muy bien si conseguiría entrar en una y así impulsar la mía; conseguir un hijo de dos madres genéticas. Son muchas las situaciones a las cuáles te enfrentas si quieres dedicarte al mundo de la investigación: las opiniones pesimistas de que la investigación es un camino que no vale la pena arriesgar a escoger en España; parte de las personas cercanas al círculo académico que carecen de los suficientes conocimientos para orientarte hacia el mundo de la investigación; la poca comunicación sobre la opción de investigar además de la docencia después de terminar muchas de las carreras de ciencias biológicas por no ser una salida con grandes expectativas.
Pero aún así, todos y todas las personas que se dedican a investigar luchan por seguir en un camino tan difícil como es este. En mi caso, como en el de tantos otros, no fue fácil. Pero sabía lo que quería y no se me pasaba por la mente la idea de renunciar a algo que me apasionaba, como era hacer descubrimientos que cambiasen la vida de miles de seres humanos.
Formé parte de una investigación en Barcelona, fue mi primera toma de contacto con el mundo de los descubrimientos científicos. Durante un par de años, estuve presente ante la cara oculta de todas las investigaciones: la reformulación continua de la hipótesis principal en la cuál se basaba la investigación. Algo que todo investigador debe saber, es que durante su investigación formulará una y otra vez su primera teoría, porque siempre hay cosas que se escapan de lo que originalmente se creía. Formar parte de mi primer proyecto dentro del mundo biomédico, fue una experiencia muy enriquecedora para mí y me impulsó a desarrollar mi propia investigación.
Desde que era muy joven y entré de cabeza en la adolescencia, me di cuenta de que me atraían las mujeres. Fue entonces, cuando con toda naturalidad, lo admití. Soy lesbiana. Ya de pequeña siempre me había fascinado la biología, todo lo que tuviese que ver con el funcionamiento del cuerpo humano y sus rarezas y curiosidades. Pero en el momento que descubrí quién era, decidí poner rumbo a investigar por un objetivo que no sólo abarcaba el terreno profesional, sino el personal.
Ser madre ha sido algo ya predispuesto en mi cabeza desde el momento en que tuve conciencia de ello y la investigación era el único camino que me brindaba la posibilidad de conseguir algo imposible como era un hijo de dos madres genéticas.
Pasó más de un año y medio hasta que conseguí que me subvencionasen, desde la UE, la investigación que durante tantos años había deseado tanto poder llevar a cabo. El día que empecé con todo el equipo que formaba parte del proyecto, me di cuenta de que lo que veía tan lejano y deseado, por fin iba a poder tener la oportunidad de ser investigado y en el mejor de los casos, un logro que lo revolucionaría todo.
Me pasé meses y meses estudiando a fondo la genética humana de los óvulos y los espermatozoides, haciendo pruebas con CRISPR y ADN recombinante, programando células madre y teniendo paciencia con cada fracaso que se me presentaba por delante. Hubo días que quise darme por vencida pero no lo hice y finalmente, llegué al momento en el que me encuentro ahora; con una de las primeras niñas nacida de dos madres biológicas en mi pecho y con el corazón encogido por el camino que he tenido que recorrer hasta el día de hoy.
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