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Ha nacido una nueva superheroina: la superinsulina

Había una vez, una insulina que acababa de nacer. Cuando llegó al mundo, todo le parecio poco dulce. Era frío y húmedo, pero no encontraba nada que le gustara. No obstante, insulina tenía que aprender muchas cosas aún.
Como era muy pequeña, tuvo que ir a la escuela de insulinas. Allí le enseñaron a ser una superinsulina, y su misión u objetivo era ayudar a la glucosa. Ella era la clave, ya que debía ayudar a todas las glucosas a entrar en las células, allí estas tendrían cambios necesarios para convertirla en energia (ATP) para las células.
Con una misión tan importante y clara, nuestra querida amiga pensó que no habría problema alguno, iba a ser la mejor. En definitiva que ayudaría a cada glucosa que se encontrase rápidamente y sin problemas. Su único objetivo era ayudar a las células a obtener la energía de la glucosa, introduciendo todas las glucosas posibles en las células. Para ello, no obstante tenía que entrenar duro.
Sus conocimientos en enlaces covalentes, enlaces hídricos, fuerzas de Van der Waals, en los distintos átomos que componían las células (carbono (C), nitrógeno (N), oxígeno (O), etc), en los distintos procesos que tenía la glucosa. Cual investigador o detective, tenía que memorizar todos estos datos si quería ser la mejor superinsulina.
Por otro lado, necesitaba aprender las técnicas específicas de anclaje y apertura de las cerraduras de la célula. Asi, aprendió mas o menos bien a detectar glucosas con su buena vision. Después, aprendio la técnica de abrir puertas para las glucosas. Esta técnica a nuestra protagonista se le daba estupendamente. En realidad, su problema era que el tiempo para conseguir su misión era limitado. Esto le preocupaba pues sin ella, no se podía dar la obtención de energía a partir de la glucosa por las células.
Al fin llego su primer día. Llevaban ya casi 2 horas desde que había comenzado la digestión de la comida. Todo circulaba normal por el sistema circulatorio. Nuestra superheroina abría cada puerta que encontraba para las glucosas. Sin lugar a dudas, era la mejor superinsulina. Cuando estaba a punto de ver en su monitor que todas las glucosas tenian abiertas las puertas gracias a ella, comenzo a ver puertas cerradas. Si debía volverlas a abrir, pero la velocidad que tenía lo que fuese que cerraba las puertas era más poderoso que nuestra superinsulina. Ella iba rápida y veloz, pero no era suficiente. Debía encontrar quién estaba detrás de aquellos daños a su trabajo.
Tras mucho correr, encontró al causante, al fin. Los villanos que le comentaron que existía en su trabajo. Nuestra amiga pensaba que era un cuento, pero nada más lejos de la realidad. La superinsulina, acaba de ver a su primer glucagón. Los glucagones estaban recogiendo a todas las glucosas, las ataba y se las llevaba rápidamente. Nuestra superinsulina pensó detenerlos, pero después penso para qué se llevaban las glucosas. Por ello, decidió seguirlos.
Tras un rato, llegaron al lugar, y lo que vio la horrorizo. Muchísimas glucosas estaban retenidas en un lugar llamado hígado. Superinsulina se dispuso a atacar, pero muchos de los glucagones la frenaron. Ella intentaba luchar, pero se le acaba el tiempo y su energía. Fue entonces cuando uno de los glucagones le pregunto:
– Pero superinsulina, ¿qué haces aquí?
– Salvaré a las glucosas.- dijo muy fatigada y forcejeando.
– Están a salvo.- le contesto molesto un glucagón.- Tú no deberías estar aquí. Se agota tu tiempo.
– No sé, porque me siento así.- dijo mientras se caía al suelo con debilidad.
– Bueno es el ciclo de tu vida. Naces para aprender qué es la glucosa, cuáles son los
mecanismos para ayudarla, aprendes las técnicas y cuando has terminado, debes morir.
– ¿Y vosotros? ¿Qué hará la glucosa sin mí?- dijo con un hilo de voz.
– Nosotros estamos para ayudar a las glucosas a no entrar cuando ya la célula no necesita
más. Somos tu opuesto, pero necesario elemento para tener equilibrio.
– Entonces, ¿lo hice todo bien?.- preguntó superinsulina dudosa.
– Lo has hecho perfecto. Ahora, descansa.- dijo glucagón mientras cerraba sus ojos.
– Definitivamente, cada vez salen mas guerreras.- comento otro glucagón.
– Si, aunque no dejan de venir de un laboratorio, no son como nosotros.- dijo el primer glucagón.
– Cierto, pero hacen lo que necesitamos para sobrevivir, eso es lo que cuenta.- dijo el segundo glucagón.
Mientras todo esto pasaba en el mundo microscópico de las células del páncreas, del hígado y la sangre, María se tomaba su café con galletas en compañía de sus nietos y su diabetes tipo 1. Gracias a nuestra superinsulina su vida era casi tan normal, como la del resto.

Ammu
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